LA PLANTA DE CHIA




 Foto. William Goitía. Inflorescencia.  EKUF La Pirámide
La chía, Salvia hispanica es una planta herbácea anual, de la familia Lamiaceae, puede crecer hasta el metro de alto, con las hojas opuestas y pilosas, de hasta 6 cm de largo, de forma ovalada; las flores blancas o purpúreas, reunidas en inflorescencias terminales, florece entre enero y marzo en el hemisferio sur. El fruto es un aquenio indehiscente –no se abre por la mitad–, que contiene en su interior numerosas semillas, esféricas y lustrosas, de apenas 2 mm de ancho, muy ricas en aceite y en mucílagos.
La chía es nativa del centro de México, hasta Guatemala y Nicaragua, donde sus semillas ya eran consideradas un tesoro, y como tal se ofrendaban a la diosa del maíz y la fertilidad Chicomecoatl. Se solía agasajar a los guerreros aztecas con bolsas de semillas de chía como recompensa por sus hazañas bélicas y a sus viudas por su pérdida en los campos de batalla.
Se cultivaban diversas variedades, una vez cosechadas, se dejaban secar, se tuestan y muelen, para después obtener de ellas una harina densa conocida como chianpinolli, con la cual se elaboraban diferentes productos de consumo, como panes, tortas, sopas e incluso aguardientes, como el chianatole o atole de chía.  Para los Aztecas y Mayas representó un grano importante, usado como parte de la alimentación, preparación de pinturas, elaboración de medicinas y en uso ceremonial mediante ofrendas (Hernández y Colín, 2008).
La siembra de chía es de mayo a mediados de junio al Sur del Abya Yala, o en primavera al Norte, para evitar las heladas, la profundidad de siembra es un factor limitante en el establecimiento del cultivo debido a la baja cantidad de reservas de semillas (Migliavacca et al., 2014) y como la semilla es pequeña, requiere poca profundidad de siembra para emerger con éxito, sólo lo suficiente para cubrir la semilla y como máximo 10 mm (Rojas, 2013). La semilla requiere de humedad para germinar, pero ya germinada y establecida las plantas crecen bien con cantidades limitadas de agua por tratarse de una planta de bajo consumo de agua y adaptada a climas áridos y semiáridos (Ayerza y Coates, 2006). Se desarrolla adecuadamente en suelos arenosos con textura media y buen drenaje; no toleran suelos anegados (Coates, 2011).
La chía es un alimento completo y funcional por: su contenido de antioxidantes (ácido clorogénico, ácido caféico, miricetina, quercetina y kaempferol flavonoles), niveles seguros de metales pesados, ser libre de micotoxinas y por no contener gluten (Mohd, 2012). La chía es la fuente vegetal con el mayor contenido de ácidos grasos esenciales, su aceite contiene propiedades físico-químicas de interés, debido a sus beneficios en salud humana por contener 85.4% de ácidos grasos poliinsaturados (Segura et al., 2014).
El aceite de chía es usado por artesanos de los estados de Chiapas, Guerrero, Michoacán y Ciudad de México, para preparar lacas conocidas como maque, con la finalidad de pintar jícaras y guajes, este arte floreció en el antiguo México desde antes de la llegada de los españoles, y el cual se extrae tostando lentamente y a fuego bajo las semillas de chía, para posteriormente molerse y agregándole agua caliente se amasa hasta que el aceite empieza a escurrir, posteriormente el aceite se hierve para conservarlo (Ayerza and Coates, 2006).
La semilla de chía por su contenido de aceite se considera como “alimento funcional” porque además de contribuir a la nutrición humana, aumenta el índice de saciedad, previene enfermedades cardiovasculares, trastornos inflamatorios y nerviosos, así como la diabetes. Absorbe 27 veces su peso de agua (Muñoz et al., 2012), por su contenido de fibra dietética soluble, ayudando a contrarrestar problemas de estreñimiento, divertículos y cáncer de colón (Alvarado, 2011). Para esto ingerir de 15 a 25 g de semillas remojadas en agua quince minutos, durante 20 días (Bernal et al., 2015).
La ingesta continua de chía durante 12 semanas ayuda a diabéticos a controlar el nivel de glucosa después de ingesta de comida (glucemia postprandial), mejorando la presión y coagulación de la sangre (Vuksan et al., 2010). El aceite de chía es usado como agente adyuvante hidratante para la piel pruriginosa, característica de personas con deficiencia renal y diabetes, mejorando la función de barrera epidérmica de permeabilidad e hidratación de la piel (Jeong et al., 2010).
Es común encontrar semillas de diferente color en un mismo conjunto de ellas, las predominantes son: gris jaspeado (86%), blanco y marrón. Las semillas de color gris jaspeado y blancas, son las que más peso presentan y están compuestas por todas sus estructuras propias de las semillas, mientras que las de color marrón son de menor peso y son semillas vanas, teniendo nulo desarrollo de las estructuras seminales (Rovati, 2010).

TESTIMONIOS KONUKEROS
La Chía llegó a mi Konuko La Pirámide en Santa Cruz de Aragua, en agosto de 2017, de manos de mi compañero William Goitía, quien me informó que esas semillas venían de Mérida, las coloqué en un almácigo ese mismo mes, y ya para el 17 de octubre se trasplantaron las plantitas de chia en una de mis jardineras. Crecieron rápidamente, para enero de 2018 coseche aproximadamen un puñado de semillas, y volví a regarlas en distintas partes de mi casa, e intercambiar con otros konukeros, pero ya no me volvieron a nacer en mi casa.
He utilizado a la Chía como aglutinante en tortas, y la he tomado remojada en agua.
La primera vez vi las semillas de chía, le dije soy William Goitía, mucho gusto en conocerlas, y me la presentó una joven llamada Verónica, que pertenece a EpatuKonuko, y que coincidimos en una actividad de trueke que se realizaba en el Parque Los Caobos, de la ciudad de Caracas.  Nos informó que era una semilla que utilizaban los mayas, y sus muchas bondades nutricionales.  Luego sus semillas me llegaron de la mano de la amiga y ambientalista Frances Osborne, en el año 2016.  Entonces la sembré en materos en mi casa, en el konuko del Inino, y la compartí con algunos konukeros de Maracay y Choroní. 
Esta experiencia permitió conocer la planta, sus flores de color morado-azulado, sus semillas y las condiciones que mejor podían darse.  De las semillas obtenidas entonces de esta primera siembra, le aporte al amigo médico y maratonista Juan Lozada, quien la sembró en su parcela, del estado Mérida, de donde se ha obtenido la mayor cantidad de semillas, el me dijo “las semillas las lance al suelo, por ahí regadita, sin mucha esperanza que nacieran, y sin mucha atención ni cuidado, pero las matas se dieron bastante, para el próximo año, con las semillas que guardé, las voy a sembrar con más cuidado”, y además me entregó una bolsa grande de inflorescencias de chia, ya secas, que tamice para obtener las semillas, la verdad que ha sido el único retorno de chía que me ha llegado, de todas las compartidas.
La chía la hemos utilizado en casa, para tomar en agua fresca, una media cucharadita por litro de agua, se deja reposar por una media hora, para que se espece con el musílago que producen las semillas.  Ademas lo hemos combinado con el chocolate artesanal que eleboramos, tostando un poquito las semillas antes de agregárselo al chocolate, este le aporta una textura y un sabor muy agradable, con bastante aceptación.
Todavía me quedan unas semillas, y estoy esperando que broten un cuadrito que sembramos en el Konuko de nuestros amigos konukeros Priscila, Alí y Juan, cerca de Villa de Cura, pronto esperamos ver estas nuevas semillas, que quisieramos seguir multiplicando y compartiendo.

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